El oleaje abrumador de los sueños que develan cuestiones inherentes a mí estado constante de nocambiarnoolvidarnoperdonarnoavanzar.
Qué triste, la puta que lo parió.
Me doy permiso de putear, me lo merezco.
Cuando entro en crisis verborrágica, me doy permiso de putear.
Me saco el disfraz de princesa poeta y mando a todos a la reverenda madre que los parió.
Y lo peor
Qué pasa. Pasa que no pasa nada. Pasa que si no vino es porque no vino. Y sobre todo porque no quiso. Elemental, Watson.
Estas conversaciones internas son dignas de internación. ¿Te voy poniendo el chalequito de fuerza?
Ya le perdí el miedo. Y si estoy loca, no tengo más salida que nadar en la locura. Con palabras, con gritos, con llantos de pasada la media noche y un atado de veinte de cigarrillos cada vez más vacío (y cada vez más rápido, más rápido. pero la muerte es lenta)
La muerte tortuga, viste?
Agarro mis etiquetas y voy poniéndole un nombre a todo. Y ojito con no entran en mis clasificaciones, eh? Ojito con salirte de mi normalidad apestosa pero tan tan tan cómoda. Porque si salís de ahí, de las casillitas, lo más probable es que a mí no llegues nunca.
O sí.
pero tanto miedo ibas a tener?
porsupuestoquesí.
Me corro del disfraz. Pero me corro del disfraz encerrada en mis cuatro paredes plagas de cosas, de imágenes, de recuerdos. De la puerta para afuera vuelvo a ponerme la armadura. Y no se te ocurra tocarme. No me toques.
Camino lento, ¿pero seguro?
Ah, sí, eso tampoco lo sé.
Al final soy una ignorante más. Una ciega más.
El montón de mediocridad que destilo.
Otra temporada en el infierno.