24 años y un terremoto adentro del cuerpo. Una promesa a Dios en el nombre de mi madre y la cruz colgada al cuello en su honor. La piel nueva de serpiente y la posibilidad de dejar de escupir veneno por todas las heridas. A pesar del destino desafortunado, de la familia despedazada y de los hospitales y las clínicas que siguen siendo el lugar de reunión preferido.
Una visión resplandeciente y la idea de crear una estética del amor. Enseñar desde el ejemplo del perdón, de ser la persona más grande que se pueda. Enseñar desde el alma abierta de par en par, dejar entrar, aprender, aprehender. Asumir las derrotas y las victorias -ese nombre-, dejarlas pasar. Porque todo pasa. Descreer la venganza y la violencia. Soltar, ser libre. Mirar al otro sin juicio, pero sin permitir el dedo acusador contra uno mismo.
Me paro como un árbol con mis ramas bien altas, bien firmes. Yo soy esto. Soy este ser que profesa amor, perdón y libertad en igual medida. Sin ingenuidad ni inocencia. Lo profeso desde las cicatrices que marcaron mi tronco, que cortaron mis hojas. Lo profeso habiendo sufrido y habiendo sido otra cosa. Hoy me alimento del sol y me siento perfecta en mi diferencia. Yo soy esto y no aquello. Soy la búsqueda constante del bien común y del bien mayor. Porque ese bien me incluye.
Me despierto con 24 años entre tus brazos. Mujer, íntegra, sana. La sonrisa indeleble en la cara y tu respiración perfecta de mañana. Soy el beso que te doy en el cuello y la caricia que te regalo para que sigas durmiendo. Soy este hoy que me llena el pecho de música de montaña y de mi propia voz nueva. Soy mujer libre y capaz de sentir por vos, a través de vos, la felicidad más grande. Esa que parecía tan lejana.
Lend me your eyes, I can change what you see But your soul you must keep totally free. |