Empezando por tu boca, esa que dice las palabras más hermosas que alguna vez me rozaron los oídos, siguiendo por tus ojos, para cerrarlos y entregarte lentamente a la suposición y el desconcierto. Cayendo lentamente en tu cuello suave, dueño de ese perfume que a veces se me aparece a media mañana en un tren lleno de gente que desgraciadamente nunca van a ser vos. Recorrerte suavemente. Espalda, pecho, manos, dedos. Recorrerte y llenar mis ojos de vos, aprender las luces y las sombras de tu piel. Las arrugas, las cicatrices, los lunares. Los sabores, los olores, las texturas. Aprenderte entero, apropiarme de vos, mecerte en una de mis manos. Llenarme los bolsillos de vos, guardarme un poco de vos para después. Y después lo mismo, me entregaría con calma para que pudieras aprenderme, aprehenderme. Dejaría que probaras dónde impactan mejor tus letras, dónde tus manos pueden protegerse del frío mejor. Te dejaría buscar las huellas pasadas de tu cuerpo, y sembrar las nuevas. Te permitiría que me atraparas en el aire, me enredaras en tus ramas. Pediría que bailemos al son de la música que flota en el viento. Quiero tenerte entre mis manos. Quiero estar entre tus manos.
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