Me viene una idea como una oruga, como una serpiente que baja deslizándose por mi cuello, ajustándose cada vez más. Cada vez más. Me aprieta la garganta, me respira en el oído palabras que hablan de mentiras, de encuentros, de momentos a destiempo. De la piel. De la sangre. La serpiente me revisa el cuerpo hasta hacerme sentir violada en mi propio espacio, en mi propio mundo de ojos dados vuelta. Como una gran pesadilla, ese gusto a caramelo en la boca se va volviendo cada vez más ácido, cada vez más terrible. ¿Despertar en dónde? ¿A la sombra de que ojos mirándome?
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